DE PROVOCACIONES Y TRIBUTOS

Será Feroz (Capítulo 4)

Ey! Hay miles de Cisnes Negros sobre nuestras cabezas

En mis pensamientos siempre avizoro para el futuro que los algoritmos triunfarán, no tengo duda alguna al respecto. Sin embargo, habrá por siempre una pequeña hendija para los revolucionarios, los apasionados y los cambiadores de rumbos. En estas líneas usaré al fútbol (mi otra gran pasión) como una metáfora de los aconteceres que podrían ocurrirnos. Mire, serán pocos minutos de lectura o de escucha. Tome esto como un pequeño cuento de esos que nos gustaba oír cuando niños.

Nassim Taleb (1960- ) con su teoría del Cisne Negro nos alertaba sobre sucesos sorpresivos de gran impacto social, económico, ambiental que sin estar previstos en absoluto, podían cambiar tendencias de manera drástica. Quizás el gol de Diego con la mano fue claramente un Cisne Negro, inesperado, irrepetible y sinceramente sublime. Tal vez, solo los que amen el fútbol lo entenderían. Pero la belleza de la jugada está justamente en esa coronación en el alto, delante de las mismas bruces del arquero inglés. Ese acto, no legítimo, lo convirtió en eterno y pasó a ser parte de los relatos de millones y millones de pibes alrededor del mundo. Si dicho gol hubiera sido un simple cabezazo, diría que hasta tendría un formato de torpe jugada y cercana a una chambonada del guardameta Peter Shilton. Pero al convertirse con la mano, es el pobre el que se burló del rico y le birló algo que se descontaba que debiera haber estado por siempre en las arcas de los poderosos. Diego fue Robin Hood en el Estadio Azteca y Shilton quedó exonerado por siempre de culpa y cargo, conformando ambos una perfecta parábola, un designio inolvidable.

Siguiendo la Teoría de Taleb, una vez ocurrido lo súbito, la sociedad trata de racionalizar lo vivido, tratando de convencerse que de alguna manera “se sabía que eso iba a pasar”. En estos tiempos de decadencia política, de estrechez de ideas, de indigencias conceptuales, los muchos se muestran sorprendidos por lo que nos pasa, olvidando que simplemente analizando la historia desde 1940 para aquí, es muy clara la curva de tendencia descendente que nos arrastra en casi todos los índices. No estamos ante un Cisne Negro. Estamos ante un hecho absolutamente predecible. Veníamos para el colapso y ya estamos chocando. Pero los cisnes negros allí están, merodean y sobrevuelan no tan alto. Aves esbeltas, que con su leve cadencia andariega, bien prontas están para romper algoritmos y hasta a las mismas encuestas que inseguros funcionarios mandan a realizar. Es más fácil un estudio de mercado bien pagado que una fuerte idea estratégica jamás pensada. Quizás y mejor, estos funcionarios debieran probar con baratas pitonisas. En mi defensa de las utopías vengo a contarle una historia de barrio.

El futbol en esencia es pasional, donde veintidós habilidosos tratan con sus fintas llegar al arco contrario y convertir. Quién supo jugarlo sabe que dentro de una cancha pasan muchas mas cosas de las que algunas vigilantes cámaras puedan captar. No faltarán menciones para tu madre o ciertas partes del cuerpo de tu hermana. Por supuesto en algún que otro centro no faltará el que te ponga un codo. Muchos peores son los aprendices de teatro que caen cuan muertos ante la nada misma. En el escenario tendremos patadas o puñetazos arteros aprovechando que el “del pito” miraba para otro lado. Esto es fútbol, pasión de multitudes. No es un salón de aprendices de ballet clásico. Es la vida misma.

Los de las camisetas rotas y todas distintas, con zapatillas de mucho andar y poco lujo, habían pensado mil veces ese maldito partido. Todas las estadísticas del Big Data de los Deportes, les jugaban en contra. “Eran de la cochería”, diría mi amigo el Negro Héctor. Los locutores del éter infinito desparramaban sus certeros comentarios diciendo “Se comerán 5”, dando de esa forma destino y muerte final al pequeño y marginal equipo de algún cordón del Gran Buenos Aires. Esos “cordones” que inventaron los sociólogos modernos para evitar decir palabras políticamente incorrectas, tales como pobreza o marginalidad.

El equipo de los ganadores de todas las batallas, tenía marcadores laterales que a la vez eran buenos carrileros con un coeficiente de recuperación de 0,95 sobre el ideal de 1, sesenta metros en ocho segundos, saetas al subir y aviones al bajar. Los zagueros centrales tenían un índice de impasables de 96 sobre 100. El algoritmo de ellos no especificaba la prestancia ni el temor que irradiaban, ni hablar que en ocho de cada diez centros de ataque ganaban en altura. Toda la defensa de estos gladiadores podían meter pases al vacío con una certeza de 96%. La altura promedio de la defensa era 1,89 metros y cada uno con una masa muscular con cero porcentaje de grasa. Eran fibra pura. Solo la defensa de estos matadores tenían un índice de efectividad para meter goles de 2,5 sobre 10 ataques. El arquero llevaba la valla invicta desde hacía 32 fechas y su presencia en el arco directamente amedrentaba. Mas aún, los medio campistas eran tanto delanteros como defensores, con una capacidad de recupero de 8 sobre 10 pelotas divididas, los llamaban los «come piernas». Y arriba, que se puede decir de arriba? Dos wines bien pegados a la línea que podían meter un pique de 40 metros en 5 segundos. Centro atrás, bajo y al medio con una efectividad del 84% en pases bien dados para el delantero de punta que venía entrando. Y un nueve!, un nueve enorme, pecho ancho, duro como una roca, con pelota dominada, la protegía con su trasero y de media vuelta a la velocidad del sonido le sacaba un latigazo que de 7 de cada 10 pelotas las metía en alguno de los dos ángulos. Las apuestas estaban a favor de los matadores con un 84/1. Imposible que perdieran. Estos equipos no tienen barrios, ya que se forman en base a elecciones tan estudiadas, que se hacían llamar así mismos “El Equipo de los Científicos”.

Llegó el partido y del otro lado aparecieron los once atorrantes, de medias bajas, ropa empobrecida, algo flacuchos. No sabían de matemáticas, ni de entrenamientos de alta competencia, ni de eSports, ni habían leído las minuciosas estadísticas del estudioso Marcelo Gantman. Solo tenían hambre y los códigos básicos de barrio.

«No tocar a la hermana de tu amigo».

«No se puede patear de puntín».

«Si la tira fuerte y se va lejos, Usted mismo debe ir a buscarla».

«Siempre se juega entre amigos». (Ya que al decir de Dolina es mejor jugar entre amigos ya que si se pierde uno tiene con quién consolarse).

«Si se juega sin travesaños, la altura imaginaria la dictamina el arquero, quién nunca mentirá al respecto”.

«Si se juega en la calle y viene un auto a la voz de ALTO, todos deberán quedarse como estatuas y no sacar ventajas».

“No se simula, ni se hacen quejas ostentosas”.

“Los llantos se tragan”.

Y así fue, cómo en esa tarde ancha y luminosa, los atorrantes le ganaron a los científicos. Los científicos sin la pasión de los pibes de barrio se transformaron en Robots a los que les pintaron la cara.Bastó con que el Petiso Ochoa dijera al oído del alto zaguero rubio: «Salgo con tu hermana», para que toda se fuera de la ecuación. Y peor se puso cuando el Zurdo Quiroga le tocara continuamente la cola al nueve del 96,5% de eficiencia en hacer goles. La pasión marca la diferencia. La picardía es parte del juego. Y ese día, luego de la tarde vasta, los atorrantes volvieron al barrio y tomaron cervezas, mientras los científicos se quedaron analizando delante de la computadora el 3 a 0 que les habían metido.

Ahora sí, le ruego que piense. Piense.

Continuará…

29 de junio de 2021.

 Tributo a Nassim Taleb (1960-)

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