PROVOCACIONES Y TRIBUTOS

LA PASIÓN

Cuando la Diferencia entre un Súper Dotado y un Común
está marcada por mucho más que un Algoritmo o un Buen Procedimiento

Dicen que dicen que dijo “Tordo, si Ud. no me mete esa jeringa, me la meto yo, démela carajo”. El Dr. Raúl Madero (1939- ), atónito, impertérrito, sintió que todos los libros de medicina se le rompían y peor aún, sintió que quedaban sepultados ante la fiereza del más grande. Diego, le arrancó la aguja de sus manos y se la clavó (los expertos dirán que fue por la vía antero lateral) como quién arremete contra un cacho de carne recién asada. Un verdadero “corta fierro” describió su inseparable Guillermo Coppola (1948- ). Afuera estaba Brasil, no era momento de mariconeadas. En un fulminante segundo y por ese tobillo que explotaba, empezaron a fluirle torrentes químicos que le producirían la pérdida temporal del dolor. Los letrados dirán que se interrumpiría la conducción nerviosa solo en forma transitoria por un par de horas. No importa, digan lo que digan, eso alcanzaba y sobraba para pintarles la jeta a los de verde – amarelo. Y el pie izquierdo, su zurda, nuestra zurda, se transformó en un caldo de anestésicos, lidocaína, procaína, prilocaína y solo Cristo sabrá que otras “ína” se metió.. El mundo avanza (aunque a nosotros no nos parezca), gracias a los apasionados y son estos con los que con su obsesión y perseverancia logran resultados más allá de los comunes, más allá de los mortales.

Vincent Van Gogh (1853-1890), uno de los más geniales pintores que dio la humanidad, aunque muchos lo ven como un loco indomable, que entre depresiones y exaltaciones pintaba en forma sublime. Vivió en el conflicto permanente, entre pesadumbres y sufrimientos, pero la pintura post impresionista no sería lo que es, si no fuera por Van Gogh. En su corta vida (37 años) solo quería hacer lo único que realmente amaba: pintar. Nuestro otro genio, hoy bajo este tributo, eligió otro amor: jugar a la pelota. El gran holandés conocía de la pobreza y la marginalidad, de allí una de sus grandes obras (Los Comedores de patatas, 1885) que muestra la extrema miseria de una familia campesina en rededor de una mesa. En ella, predominan los grises con excepción de una suave luz sobre las sabrosas patatas que se habían juntado en el día de trabajo. Como Diego, Van Gogh fue un lobo solitario, que si bien podía estar rodeado y halagado por mecenas de todos los colores, él prefería estar bajo el cobijo de su mejor amigo, su hermano Theo. Nuestro pintor de marras vivía de crisis en crisis, violentas, terminales, furiosas sin excluir duelos personales a mano armada, como con Gauguin en diciembre de 1888. Van Gogh termina siendo encerrado en el manicomio de Saint Rémy, pero al igual que Diego, siguió pintando o inventando gambetas en el aire, ya no con los fulgores de sus años más felices pero dejándonos de todas maneras lienzos que hoy nos hacen llorar.

Van Gogh también tuvo su barrilete cósmico, no en forma de apilada a media Inglaterra, sino con un maravilloso cuadro que muestra un cielo cargado de dramatismo pero inundado de estrellas y planetas que entre nubes ondulantes envuelven a un pequeño pueblo. Había pintado una genialidad. Había pintado “La Noche Estrellada”, quizás su obra más emblemática. Ese cuadro es Diego en persona, ya que junta la violencia del cielo con lo apacible de ese pueblo, quizás hasta ubicado en el mismísimo Fiorito. Van Gogh, pudo salir también de Saint Rémy y ayudado por el Doctor Gachet se refugió en un tranquilo pueblo francés. La esperanza era que encontrara la paz. Solo la paz. Sin embargo, como nuestro Diego, las añoranzas y las melancolías lo emborrachaban cada noche y la depresión avanzó día a día, para terminar así suicidándose en julio de 1890. El suicidio es una forma alternativa de morir. Otros simplemente se despiden, se encierran y se toman el “pire”, como Diego.

Van Gogh y Maradona, Maradona y Van Gogh, pintaron firuletes, ondas en el cielo, caminos en el pasto y marcaron a los compadritos que los enfrentaron irrespetuosamente. Tipos complicados, difíciles, locos, imposibles de domar, avasallantes pero con una pasión fuera de escala. Es qué acaso esperamos que en ellos hubiera una mansedumbre dormida?.

Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) definió a las grandes pasiones como esas enfermedades incurables, que si se las intentara sanar, las mismas se volverían aún más peligrosas. Tratar de aplacar esas pasiones podría incluso terminar con nosotros mismos, definía el genio alemán, poeta, novelista, dramaturgo y hasta científico. A mí, no me vengan con cuentos, Diego no fue cebollita, ni fue Pelusa. Diego fue un Illuminati que con su locura y pasión pensó que el mundo obligatoriamente debía adaptarse a él y no él al mundo. Como los Illuminati de Baviera, Diego buscó siempre la perfección absoluta, la libertad total sin cadenas y la fraternidad como eje.

Cierro este tributo, con una anécdota de mi admirado amigo Julio Bárbaro, quién (gracias a su generosidad) vino varias veces a dar conferencias a mi aula del post grado de la Universidad de San Andrés. Con la fogosidad que lo pinta de cuerpo y alma, Julio afirmaba que entre la calculada parsimonia suiza del Siglo XV o XVI y el Renacimiento Italiano, él se quedaba sin dudarlo con este último: “Mientras los tanos explotaban de pasión, colores y formas, los suizos solo inventaban el Reloj Cu-Cú”.

Si hay algún joven por estos renglones finales le quiero dejar un mensaje al estribo.

Entre el “quedarte en el maso” o el “jugártela”, clávate la aguja de la pasión.

Entre el “mejor espero un poco” y el “momento es ahora”, deja todo y salí ya a la cancha.

Entre el “silencio respetuoso” y el “grito por la lucha”, hínchate tus pulmones y que se te escuche muy pero muy lejos.

Nadie se acordará de vos por hacer lo políticamente correcto. Si se acuerdan de vos, se acordarán por tu pasión.

Como Diego, hacé de tu vida una historia que merezca ser contada.

 

Tributo a Diego Armando Maradona (1960-2020)

14 de Diciembre 2020

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