DE PROVOCACIONES Y TRIBUTOS

Pudo Escribir los Versos más Románticos pero le Mandó un Emoji

Cómo la Degradación del Lenguaje afecta nuestra Capacidad de Comprensión

Recorrió todas las letras de Sabina, se imaginó amaneceres con olores a pasto húmedo, vino a su memoria aquella luna de barrio de un mes cualquiera, escuchó sus pasos cansados por calles cansadas pasando por enésima vez por esa ventana siempre cerrada, le daba igual Antonio Machado que Luis Eduardo Aute, dibujó, cortó y pintó flores de papel y apretándolas entre sus dedos imaginó dárselas al abrirle la puerta de su Cadillac Amarillo. Pero nada de eso hizo. Una gélida barrera, un pared imposible de saltar se interpuso y esos, sus soñados mensajes, quedaron detrás de un profundo muro, sin que ella supiera alguna vez nunca jamás que quiso él contarle, sobre noches de amores y mañanas de paz. Aturdido por no poder, por no querer, por no animarse a dar ese salto cualitativo en su nivel de comunicación, se contentó, aunque con cierta leve tristeza y algo de desesperanza, a solo enviarle un Emoji de un Corazón y un escueto y casi taquígrafo, “TKM”.

Mi respetado amigo Rodolfo Gayoso, hace pocos días me mandó un texto revelador de Christophe Clavé (1968- ) que en certera forma afirma: “El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que desde la posguerra hasta finales de los años 90 siempre había aumentado, en los últimos veinte años está disminuyendo… Es un efecto FLYNN pero a la inversa. El empobrecimiento del lenguaje puede ser uno de los factores más importantes de este retroceso”. Clavé es Licenciado en Ciencias en la Universidad de París y es no solo un Profesor destacado de Gestión y Estrategia sino que lidera una consultora que asesora a grandes empresas europeas. Su libro “Les voies de la stratégie” de la Editorial ESKA, lamentablemente no traducido aún al español, es material de consulta para poder entender esta sociedad híper conectada pero que aparentemente nos conduce a una gran pobreza intelectual colectiva. En este mundo tan entrelazado por fibras y satélites, antes de publicar esta nota, logré ubicar al Profesor Clavé y pude intercambiar un par de emails con él. No supe ni pude expresarle mi admiración a su valiente visión. Christophe me preguntó de donde había sacado yo esos textos de su pluma, ya que sus libros no llegaron a Latino América. Entre divertido, sorprendido y algo avergonzado, le tuve que reconocer que ese texto circulaba por WhatsApp y no fue tomado de libro alguno, prolijamente almacenado en una biblioteca de buen merecer. El pensamiento del amigo Christophe fluía por el espacio del 4G, con un simple “Reenviar”. Más allá de los libros que Christophe haya vendido, seguramente sus ideas excedieron la distribución de sus escritos.

Un pensamiento complejo, cualquiera fuese, requiere de la articulación de un lenguaje que va más allá de un Emoji o de un tonto y perdido apócope. “Me pasé la mañana poniendo una coma y la tarde quitándola”, diría Gustave Flaubert (1821-1880). Seguramente es la sutileza lo que hace culta a la persona. Clavé afirma que “La desaparición gradual de los tiempos (subjuntivo, imperfecto, formas compuestas del futuro, participio pasado) da lugar a un pensamiento casi siempre del presente, limitado al momento, al aquí y ahora. Por ende, cada vez más personas son incapaces de hacer proyecciones en el tiempo”.

Estudios recientes muestran que la media mundial de jóvenes hasta 25 años tienen un manejo del lenguaje que ronda solamente entre las mil a mil quinientas palabras. Imposible que de alguno de ellos pueda salir un “Madame Bovary” o “El Quijote”. Menos palabras y menos verbos conjugados implican menor capacidad para expresar las emociones y menores posibilidades de elaborar un pensamiento. La articulación de deducciones sofisticadas, analogías, simbologías, requieren de un manejo de la verba que excede los caracteres del mundo digital. Arriesgando, Clavé afirma que los gobiernos totalitarios tratan de frenar la educación ya que la misma conduce inexorablemente al camino de las ideas, por ende al pensamiento crítico. “¿Cómo se puede construir un pensamiento hipotético – deductivo sin el uso de un verbo condicional? ¿Cómo se puede considerar el futuro sin una conjugación en el futuro?”.

Estamos transitando el doscientos aniversario del nacimiento de Gustave Flaubert, considerado junto a pocos, parte de la cima de la escritura occidental por su “Madame Bovary” (escrita a sus treinta y un años de edad), y por su intermedio vengo con estas palabras a blandir la espada del buen hablar. Marcel Proust consideraba a “Madame Bovary” la obra de máxima pureza gramatical jamás escrita, describiéndola como “poesía hecha prosa”. Gustave Flaubert afirmaba que para que una persona pudiera ser considerada medianamente culta, la misma debiera haber leído en su vida cuanto menos unos 3.000 libros. Desconozco cuantos megas equivalen a tal cantidad de escritos, pero sin duda que estamos ante una generación que sencillamente no lee. Estamos en tiempos de “La Era de la Imagen”, diría Miguel Rodríguez Arias, el gran productor y creativo argentino.

En el campo de las batallas sin sentido, pobres aquellos que mal gastan tintas y salivas defendiendo un lenguaje inclusivo. Redoblando mi aseveración, estoy dispuesto a aceptar estas nuevas modalidades “inclusivas”, si por otro lado la riqueza del escribir o el decir fuera tan pero tan vasta que la misma pudiera abrumar mis ojos e hiciera explotar mi cabeza. Si entendemos por “sofisma”, a ese argumento falso o capcioso que pretendiendo pasar por verdadero, nos puede llevar a la confusión, el tonto hecho de usar la “e” para unir Adanes, Evas e intermedios es directamente una tontera de gran escala. Abolir un género, es matar la formación de un pensamiento y es quedarnos encerrados en la finitud de solo mil palabras. El uso del inclusivo no nos hace más cultos, ni más inteligente, ni más amplios. La realidad es que nos hace más limitados. Flaubert diría “Cuanto más rápido se adhiere la palabra al pensamiento, más hermoso es el efecto”, por lo que deduzco que tener menos palabras es tener menos entendimiento y quizás hasta poco o nada de designio. Cuando entendemos algo en su totalidad, ese nuevo conocimiento permanecerá en nosotros por siempre. La palabra es entonces un arma.

Tal vez sean los emojis la prueba más obvia de nuestra incapacidad de escribir o de expresar nuestros sentimientos. Otros dirían que los emojis se entienden igualmente en cualquier cultura por lo que acaso han logrado lo que el Esperanto no pudo. Esto me hace pensar que probablemente la Cueva de Altamira es a los emojis lo qué fue la piedra de Rosetta a los jeroglíficos. Es qué acaso esos hombres de las cavernas no expresaban sus quehaceres con esos garabatos latientes?. Seguramente pintaban eso, ya que al decir de Flaubert “La manera más profunda de sentir una cosa es sufrir por ella”. Las desventuras y adversidades de miles de años atrás le daban mayor escala y aprecio a lo poco que tenían. “El arte de escribir es el arte de descubrir lo que crees”, concluye el genio francés.

Enseñar y practicar el idioma en sus formas más diferentes, aunque parezca complicado, es el camino del progreso, ya que detrás de ese esfuerzo está la libertad. Quienes afirman la necesidad de simplificar la ortografía, abolir los géneros, los tiempos, los matices o sea todo lo que crea complejidad, son los verdaderos artífices del empobrecimiento de la mente humana. (Clavé dixit).

Mientras esto yo escribía, nuestro anacrónico amigo del primer párrafo, se sintió arrepentido de no haberse animado a soñar cielos, bajar y dar nombre a cada una de las estrellas, estirar su mano hasta la piel de su amada, perderse en laberintos bifurcados para yuxtaponerse y fundirse en un Aleph apretado como si ella fuera Beatriz Viterbo. Pero en ese momento, entre expresar su sentimiento o volver a mandar un Emoji, Flaubert le hizo recordar que “Ella quería morir, pero también quería vivir en París”, por lo que lo suyo por ende, era un amor inasequible.

Dio media vuelta, pateó alguna que otra piedra, cuidó igualmente sus únicos zapatos y caviló, casi melancólico acerca que los libros son seguramente objetos muy extraños y quizás hasta peligrosos, ya que pueden alterar mentes, provocar desafíos y hasta generar utopías. Debería tener cuidado con ellos.

Tributo a Gustave Flaubert (1821-1880)
Tributo a Christophe Clavé (1968- )

11 de enero 2021.

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